BREVES NOTAS SOBRE ROBERTO MARCALLÉ Y LA NARRATIVA NOIR EN REP. DOMINICANA
Por Aquiles Julián
Presidente
del Centro PEN RD Internacional
«Uno de
los raros divertimentos
intelectuales que aún le quedan a la humanidad es la lectura de novelas
policíacas. Esta opinión tal vez le causará una suerte de estupor, no
tanto porque yo
tenga predilección por estos autores, que se encuentran entre
mis lecturas de cabecera, sino porque me atreva a confesar que así es».
Fernando Pessoa
La narrativa de tema noir tiene cada vez una presencia más acentuada en la literatura dominicana. En nuestra narrativa su mayor exponente, quien lo ha cultivado de forma sistemática y ha logrado reconocimiento internacional como narrador noir es Roberto Marcallé Abreu.
No es el
único, tenemos otros.
Muchos autores
dominicanos han abordado la temática noir desde distintas perspectivas, sobre
todo el noir político, el noir de denuncia social, el noir que va más allá del
crimen pasional o individual, que revela la putrefacción social que permea al
Estado y sus funcionarios, aparatos y sistemas, empleados como estructura
delincuencial por mafias y auténticos criminales enquistados en el poder.
Características del noir
El noir como
género (aunque in stricto sensu sería un subgénero de la narrativa, por comodidad
expositiva le denominaremos género), posee una serie de cualidades: es
realista, aunque hay algunos autores que incluyen elementos fantásticos,
mágicos, que transgreden esta cualidad del noir.
Dentro
del realismo, el noir se decanta por el naturalismo, esa corriente que cultivó como
mayor representante el francés Emilio Zolá y que buscaba, en contraposición al
romanticismo, describir casi documentalmente la realidad, en particular sus
zonas más sórdidas y oscuras.
El género
noir nos enfrenta no solo a los ambientes más ocultos y preteridos, a la
trastienda, a los suburbios, a las vidas
alienadas, a los condenados, a los perdedores, el mundo hacinado, de personas que
recurren a cualquier acción desesperada para sobrevivir, violentando toda
normal legal o moral que se lo impida; sino también a la corrupción, a la hipocrecía,
al tartufismo, a las contradicciones entre los discursos y las prácticas, a la
venalidad policial, judicial y política, a las connivencias entre las
instituciones y el crimen, alertándonos de que hay mucho de podrido en nuestra
sociedad y que nadie puede reclamarse limpio o ajeno a la responsabilidad de
tal desastre.
Es
precisamente el crimen, motor del noir, el tema que mejor ayuda a que el
naturalismo se exprese, porque es una transgresión de las normas de convivencia
legalmente establecidas de manera formal, que pone en juego a las instituciones
y a sus representantes con quienes han contravenido estas reglas. Y es frente
al crimen, donde se caen todos los ropajes, se desvelan las complicidades, se
pone en evidencia la connivencia y la profunda corrupción que subyace a los
manejos del poder.
¿Por qué hablamos de noir y no de narrativa negra?
Elegimos
el término noir por tres razones:
1.
Se corresponde con la historia del género
2.
Se distingue de la narrativa y poesía que tiene
como tema la raza negra o es escrita por autores afrodescendientes.
3.
Nos permite distinguirla, por igual, de esa
modalidad crítica que es el humor negro, que arroja una luz sarcástica e
irónica sobre situaciones trágicas o solemnes.
En
América Latina, y en el Caribe en particular, tenemos la poesía y la narrativa
escrita por negros o que toman a los negros como tema y hablamos de una
literatura negra o negroide (cuando se trata de blancos escribiendo sobre los
negros, en muchas ocasiones en tono de burla).
Para no
confundir, porque el término negro aplicado a la narrativa criminal emerge por
una revista norteamericana y una colección francesa, sin ninguna relación con
el tema racial, preferimos aplicar el término noir.
Como
escribió Mariano Sánchez Soler en su libro: Anatomía del crimen:
“La novela
negra (llamada de
tantas maneras: policíaca, criminal, giallo, polar, detective
story, crooc story, misterio, thriller, suspense…) es un género narrativo que
se detiene en la violencia para retratar nuestra sociedad con la ternura de una
apisonadora.”
El
concepto noir aplicado a la temática violenta, marginal, desolada y trágica,
que suele estar en el meollo de estas historias y sus personajes, seres
signados por el fracaso y el infortunio, provino de que los primeros relatos se
publicaron en la revista Black Mask, que en 1920 crearon en Estados
Unidos H. L. Mencken y George Jean Nathan y en la Série Noire de la
editorial francesa Gallimard nacida en 1945.
De hecho,
Black Mask no inició como una revista especializada en relatos noir. Cuando
empezó, publicaba todo tipo de material para el sector más popular: historias románticas,
artículos, historias de aventuras, de ocultismo, misterio, etc. Era lectura
ligera para el gran público, pulp fiction en estado puro.
La
preferencia del público para las historias que tenían el crimen, la violencia y
los seres marginales hizo que fuera creciendo el espacio que le dedicaban. Esto
se acentuó en la década de los años 30, en que La Gran Depresión sumió en una
seria crisis a las familias norteamericanas y estos relatos pintaban el mundo
de violencia, crisis, fracaso y desdicha que arropaba a sus lectores.
En la Francia
de postguerra, traumatizada por los acontecimientos recién sucedidos de la
ocupación alemana, la destrucción de la guerra, el pesimismo y conmoción, Gallimard
inicia en septiembre de |945 la Série Noire, fundada por Marcel Duhamel,
bajo el mismo derrumbe emocional que vivió Estados Unidos en los años 30. El
corazón de la série noire es “la acción, la angustia, la violencia”.
El nombre de la serie se lo da el poeta Jacques Prévert.
El noir europeo y norteamericano versus el noir latinoamericano
Si bien
en el noir europeo y norteamericano de mayor resonancia editorial predomina la
pretensión, que se deja caer de forma implícita, de que vivimos en un mundo justo y racional, con
leyes, sistemas y estructuras en esencia decentes y sanas moralmente, puro
maniqueísmo, en que instituciones y personas de carácter y reciedumbre moral
enfrentan, ponen en riesgo sus vidas, desafían convenciones y se empeñan en que
la justicia se imponga y la sociedad castigue a quien infringe sus normas de
convivencia, en el noir latinoamericano y el noir dominicano el crimen suele
provenir del mismo Estado y sus representantes y su complicidad con los
criminales, con los que están entretejidos.
Aquí
añado un ejemplo de la falsedad del enfoque convencional del noir
norteamericano y europeo.
En mis
investigaciones personales sobre el secuestro del catedrático y político vasco
español Jesús de Galíndez por la CIA en 1956 y su traslado y entrega a Rafael
L. Trujillo para que lo eliminara, pude constatar la relación de la CIA con la
mafia norteamericana, que inició desde la OSS cuando se aliaron a la mafia italiana
durante la segunda guerra mundial y luego, sobre todo a partir de que Allan
Dulles asumiera la dirección de la CIA en 1953, retornaron a esos tratos.
Y no
hablemos de cómo la CIA transportó a los Estados Unidos cocaína y se convirtió
en una institución narcotraficante en tiempos en que Reagan ordenó la operación
Irán-Contras.
Doy el
dato para mostrar cómo las instituciones norteamericanas practican el
fariseísmo: por un lado, dicen condenar ciertas prácticas y por debajo
participan del crimen y ejecutan lo mismo que formalmente denuncian.
El noir
latinoamericano y el dominicano muestran la putrición social como inherente a
los mecanismos sociales instituidos, en que se emplea el poder punitivo del
Estado para legalizar tropelías y fomentar el enriquecimiento, y como todo eso
desemboca y se expresa en el crimen.
El noir dominicano
La página
Babelio de España, al establecer los principales cultores del género noir por
país destacó en República Dominicana a nuestro novelista y cuentista, Premio
Nacional 2015, Roberto Marcallé Abreu.
Acertada
elección.
El poeta
y ensayista dominicano Eugenio García Cuevas, al valorar la narrativa de
Roberto Marcallé, afirma que Marcallé:
“Crea y recrea un mundo alegórico
recurriendo a las pericias y estrategias de la novela policíaca y negra. Es
más, Marcallé Abreu funde ambas prácticas escriturales de forma inédita en
suelo dominicano. El narrador teje un texto de referencia imperativa para todo
lector o estudioso que quiera acercarse cabal y ecuánimemente a la novelística
dominicana actual. Su texto significa la reinserción de la novela dominicana en
una modalidad que ya ha venido dando rendimientos sostenidos en América Latina
y El Caribe Insular Hispano. Me refiero al hilo que tensan y alargan escritores
como los argentinos Rodolfo Walsh, Osvaldo Soriano y Mempo Gialdinelli, el
brasilero Rubem Fonseca, los mexicanos Paco Ignacio Taibo II y Rafael Ramírez,
el cubano Leonardo Padura Fuentes y los puertorriqueños Edgardo Rodríguez
Juliá, Wilfredo Mattos Cintrón y Francisco Velázquez, entre otros.”
Un
ejemplo de otro escritor dominicano cuyas novelas tienen un componente de noir
político acentuado es Efraim Castillo, con novelas como El personero y
su más reciente Testosterona split, en que la violencia política recorre
sus capítulos hasta un final inesperado.
Una
característica del noir dominicano es que no describe ese enfoque maniqueo
tradicional, policías buenos vs. delincuentes malos, sobre todo porque en la
realidad dominicana la mayor fuente de delitos e impunidad proviene
precisamente del Estado, la justicia y la policía. Es decir, los órganos e
instituciones destinados a perseguir y castigar el crimen son los más
implicados en todo tipo de crímenes y delitos impunes en perjuicio de la
ciudadanía. Y cohabitan y se arreglan con las estructuras criminales, tanto
locales como internacionales.
En este
tipo de enfoque el noir dominicano se asemeja mucho al noir mexicano, donde los
policías son capos o participan como sicarios de capos, extorsionan y operan en
una duplicidad de roles que desdibuja los límites entre bandos.
La
corrupción política, los vínculos entre políticos y organizaciones criminales,
el lavado de activo, las relaciones entre políticos, banqueros y narcos, las
estructuras criminales que operan dentro de instituciones como la policía y las
fuerzas armadas y que instrumentalizan los organismos especializados en la
persecusión del narcotráfico, en donde, en la realidad, jefes operativos de la
Dirección de Drogas dominicana, DNCD, eran a su vez, capos del narcotráfico, o
estaban en la nómina de narcotraficantes, y las mafias judiciales que operan
dentro de la justicia dominicana para vender impunidad, son temáticamente las
principales fuentes de referencia del noir dominicano.
Autores
que han incursionado en el género noir en República Dominicana son Arturo
Rodríguez Fernández con Mutanville, Emilia Pereyra con El crimen verde y Cóctel
con frenesí y Armando Almánzar Rodríguez con Ciudad en sombras y,
sobre todo, muchos de sus cuentos como Selva de agujeros negros para Chichí
la Salsa.
La
internacionalización de pandillas de origen dominican-yorks como Los
Trinitarios surgida en Estados Unidos y las presentes en otros países, como
Dominican Do’nt play y otras, y su vinculación con otras organizaciones
criminales transnacionales es otro filón que autores como Aquiles Julián han
tratado.
Desde el
recién constituido Centro PEN de República Dominicana se ha fomentado la
narrativa noir, tanto a nivel del cuento como de novela.
Eso ha
ido atrayendo hacia el género a nuevos autores como Osvaldo Fernández Domínguez
y su hermano Roberto Fernández Dominguez, Carlos Báez Brugal, César Zapata y José
Acosta.
Edwin
Disla es otro novelista, ganador en dos ocasiones del Premio Anual de Novela en
República Dominicana, que trabaja la novela noir y la novela histórica y
política con recurrente éxito.
Un
novelista emergente es Miguel Yarull, guionista y narrador, que acaba de
publicar su novela Guapo, que encaja perfectamente en el género noir por
la violencia que trasuda el texto.
Haffe
Serulle, director de teatro, dramaturgo y novelista por igual es autor con
aportes al género del noir político, desde su primera novela Voy a matar al
presidente.
Gustavo
Olivo, periodista y editor, ganó el Premio Anual de Cuentos 2022 de República
Dominicana con Un hombre discreto y otras historias, donde varios de sus
relatos encajan en el género noir.
Máximo
Vega, narrador de Santiago, tiene también textos noir, como su novela Cada
demonio. Igual, tenemos a Guillermo Piña Contreras y su novela Con el
Caribe al fondo, un noir que explora la violencia social urbana.
Los
gestos inútiles de Ray Andújar, es otra novela noir.
Nestor
Medrano explora la corrupción esclesiástica y la permisividad e impunidad
social en su novela Sotanas en el lodo, que tiene como eje temático a un
arzobispo polaco que salía de noche a buscar preadolescentes para sus pasiones
pedófilas.
Otro
narrador que ha construido una obra alrededor sobre todo el género noir es Luis
R. Santos, novelista con obras como Princesa de Capotillo, donde explora
la marginalidad y la cultura del lumpenproletariado, y Paraíso para
perversos.
Este no
es una enumeración exhaustiva, sino apenas una muestra del crecimiento del noir
como género en la narrativa dominicana, cuyo mayor exponente lo es, por la
magnitud y persistencia en trabajar el género, el narrador Roberto Marcallé
Abreu que, en opinión de García Cuevas, que yo suscribo, “Se trata
posiblemente del narrador activo más talentoso y sólido con que cuenta la
novela dominicana de las últimas décadas.”
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